Mi padre, Andrés López Medinilla nace en el año 1917, cuando el primer intento de revolución en la Rusia de los zares. Era el segundo de los hermanos, desde muy pequeño ayudaba a la familia, guardando la piara de cabras propiedad del padre.
Esto le supuso aprender por sus propios medios a leer y escribir, cuando iba de cabrero llevaba una cartilla, una libreta y lápiz, supongo que tendría que pedir aclaraciones al padre,que era un hombre con una cultura superior a la media de la época, por esto tampoco entiendo que no se preocupara más de la enseñanza de los hijos.
De muy joven entra en la organización anarquista Juventudes Libertarias, donde actuaban de forma directa. Se planteaba una lucha contra el capitalismo agrario, que por esta zona eran como mucho propietarios medianos y pequeños. Y las pocas fincas grandes que habían eran montes en su mayor parte.
Era práctica general que los cabreros fueran por las calles llevando las cabras y que las señoras salieran a pedir que le pusieran en en cazo una medida (recipiente de lata equivalente a un vaso de leche de hoy) o dos de leche, la cosa no daba para más.
Esto le posibilitaba a ayudar a niños que se quedaron huérfanos, como dos gitanillos, Diego y Curro Flores, que el padre de este le dijo: que todos los días no le faltara una “medía” de leche, murió, creo recordar asesinado por los fascistas y el continuó dándole la leche.
Un día que iba por la calle ve que donde se reunían las Juventudes Libertarias, estaban sacando libros, que era su material formativo, porque los periódicos se leían con meses de retraso, a veces.
Él se quedo por allí con las cabras viendo el acto, que recuerda la película Farenheit 451, pensando la cantidad de esfuerzos económicos para comprar lo que estaban quemando.
Les salvó de un castigo que ellos no tenían lista de afiliados, cada uno era un número y cuando planteaban quemar la cosecha de fulanito, sacaban una bola de una talega y el número que cogieran ese era quien tenía que llevar la acción a cabo.
|
De izquierda a derecha Mi padre, María Solano, mi tía María López y desconocido. Probablemente antes de la guerra |
En tiempo de república vino un señor procedente de Huelva como deportado y era cabrero, no se si vino con las cabras a cuesta o las compró aquí, lo cierto que coincidió con mi padre por esas cañadas y consolidaron una gran amistad, pese a que mi padre era un adolescente y el otro era una persona adulta.
Yo escuchaba a mi padre contar historias de su amigo Valeriano, que así se llamaba este señor.
Y sobre todo que era muy elástico de criterios si una de sus cabras entraba en un sembrado, por supuesto de otro dueño.
Una vez yendo por una cañada varias cabras entraron en un sembrado y vieron a un jinete con su caballo galopando hacia ellos, gritando insultos. Le dice Valeriano a mi padre: Andresito, que así lo llamaba, procura que las cabras no sigan entrando y sigue para adelante. Cuando el jinete llegó a su altura seguía profiriendo insultos a todas su castas, y él sin previo aviso le asestó un golpe en el costado, con el báculo de pastor, que lo desmontó del caballo, el hombre recogió su cañero montó y se alejó más rápido aun que cuando vino.
Estando Ubrique en manos de los sublevados contra la república uno de los primeros que apresaron fue Valeriano, entró a los calabozos del ayuntamiento y de allí salió muerto.
Muchos años después en el primer ayuntamiento democrático (1979-1983) del cual yo era teniente alcalde, en aquellos momentos. Quitamos esa vergüenza llamada cementerio civil, donde eran enterrados desconocidos, suicidas en el franquismo y en general gente “marginales”o sin familiares y en tiempo de república a los que lo pedían, como el caso de mi abuelo Federico Salas.
Cuando pequeño lo conocíamos como el cementerio de los que no querían nada con la religión, ola religión no quería nada con ellos por ser atéos o suicidas
Entonces se sacó un edicto de la alcaldía pidiendo a todos los que tuvieran allí familiares enterrados que se les llevaría a un nicho gratuito y los demás al osario.
En una de las reuniones del al Comisión Permanente, (lo que hoy es el equipo de gobierno, pero con representación de todos los grupos) estábamos hablando del tema y Juan Ríos Clavijo hizo un comentario sobre la dificultad de encontrar a familiares de gran parte de los que estaban enterrados, me da por mirar la lista y veo el nombre de Valeriano,me llamó la atención porque no recordaba otro en Ubrique, nada más que el amigo de mi padre. Leo el parte de defunción y ponía que había muerto por pulmonía.
Se lo comento a mi padre y me informó que había muerto de la paliza que le dieron. Lo comento entre los concejales y Emílio Rubiales aclaró que era frecuente que pusieran alguna enfermedad pulmonar, por morir con los pulmones destrozados de los golpes. Nos mentían hasta en los partes médicos.
Cuando la guerra comienza se lo llevan, con cara de niño aun. Después del corto periodo de instrucción, en Sevilla, lo envían a artillería a la zona norte, como disparador de una batería. Allí y en la misma batería, había otros ubriqueños : Antonio Olmedo, José (?) Calvillo, y después llegó mi suegro Bartolomé Orellana, que eran de los que recogían los desechos de las bombas, y a veces hasta bombas, que las metían en un saco y se las echaban a la espalda, sin más precaución. Y más tarde llegó otro ubriqueño apodado el “Lila”.
Para los que estuvieron en primera fila de batallas, como estos ubriqueños la guerra supuso muchas penalidades, pero por lo que me contaba mi padre era aun más duro vivir en el resto del país, por la falta casi absoluta de alimentos, que hasta los ricos pasaban privaciones por no haber nada que comprar, por el riesgo a que alguno de los asesinos dedicados a la “limpieza”del enemigo, se fijara en ti, por odio, por intereses, por que codiciaran algo que tu tenías, etc. Había miserables dedicados a esta labor que asesinaban hasta por un vaso de vino.
Me contaba que la mayoría de sus compañeros de guerra eran de izquierda, de hecho le llamaban el batallón de la FAI (Federación Anarquista Ibérica). Pero les tocó en el lado cambiado, pero que fueron bastante los que se pasaban al ejercito de la república, cosa muy peligrosa de hacer.
Incluso en una batalla que iban perdiendo tocaron retirada y en vez de correr, se hacían los remolones, a ver si los republicanos los adelantaban para pasarse en bloque, pues nada, los dejaron ir sin perseguirlos, cosa que mi padre no entendía.
Siempre quiso volver a visitar aquellos lugares, donde pasó casi tres años, como admirador de la naturaleza decía que había unos paisajes preciosos, aunque pasaron mucho frío, pero que después era muy bonito. Mi padre era un gran admirador de la Naturaleza, tal vez por haber vivido muchos años del campo.
Cuando un venía con permiso, la consigna entre ellos es que estaban muy bien, que comían todos los días, cosa muy difícil en España, en ambos bandos, pero cuando vino Calvillo que era un ingenuo, les contó el hambre que pasaban en el frente, que para beber el café tenían que apartar una nata de moscas ahogadas en él. Lo cual alarmó mucho a los familiares de los demás.
Cuando llegaron las cartas primeras recriminándoles que no dijeran la verdad, se enfadaron mucho con él. Pero el hombre era incorregible. Había un grupo de otra región, creo que gallegos, que siempre aprovechaban para meterse con él, sobre todo cuando estaba solo.
En una de esas que había un grupo burlándose de Calvillo cuando aparecen los paisanos, el burlado le propinó un torta monumental a uno de ellos, con tal fuerza que comenzó a sangrar por el oído. Acuden los ubriqueños para defender del ataque en grupo y gracias a que los vió el cura de la compañía sino la cosa hubiera acabado mal, gracias a que un cura castrense era una autoridad y puso orden.
También tuvo dos amigos de la guerra, de Marbella y de Jédula, que cuando se jubiló los buscó y dio con ellos, pero después de tantos años, ni le reconocieron, aunque mi padre sí, desde que los encontró los visitó varias veces, más al de Jédula y el de Marbella vino a Ubrique
Teníamos mi mujer y yo cuenta de llevarlos por allí, cuando nuestros hijos fueran algo más autónomos. Cosa que no pudimos hacer por su muerte demasiado temprana. El estuvo antes por algunos de aquellos lugares en una excursión, claro que ya apenas conocía los lugares transformados con el paso de los años y el poder modificador del hombre.
Terminó aquella imbecilidad de intolerancias y odios ideológicos, después de tres largos años, mi padre viene y cuando ve las cabras que dejó, estaban escuálidas, con heridas porque su cuidador no les interesó nunca, pero mi abuelo le obligaba a hacer un trabajo que no quería.
Estaba España en una economía de supervivencia, de sálvese quien pueda. Mi padre vuelve con sus queridas cabras que se van recuperando a base de cuidado, mimo y riesgos. Cuando la comida escaseaba, en aquellos siete años de sequía, había que alimentarlas como fuera, hubo ocasiones que de madrugada las sacaba quitando las esquilas y cencerras, para dar un atraco en un sembrado vecino y después meterlas de nuevo en el corral, antes que los dueños levantaran él se largaba a su casa a dormir otro rato.
Me comentó muchas veces que cuando mejor vivieron los trabajadores en España era en la dictadura de Primo de Rivera, se ganaba poco, pero las cosas costaban muy poco con lo cual se podía vestir y vivir con cierto desahogo.
El que hubiera sido de izquierda no quita para que reconociera su admiración por el Franco militar. Me contó que en una batalla en el frente de Jaca llevaban atascados allí un tiempo y ni avanzaban ni retrocedían, y llegó el fresco general procedente de las costas gallegas, y aquello fue como desmoralizar al enemigo y dar ánimos a los propios. Abandonando las posiciones los del bando republicano.
Pasado un tiempo y ya con novia, probablemente ya mi abuelo había muerto, dejó el campo para entrar en una fábrica para aprender el oficio de petaquero, en este caso como ahormador.
Mi padre era zurdo y como estaba muy mal visto e incluso castigado, comenzó a aprender a trabajar con la mano derecha, lo cual le supuso un gran esfuerzo por la falta de destreza con esa mano, más unas jornadas de 8 de la mañana a las diez de la noche . Con unas luces muy deficientes, en general quinqués de petróleo y velas.
Más tarde vinieron los petromás de carburo y ya mi padre una vez aprendido a ahormar mi tío Miguel ya tenía una empresa con tres aparceros más se fue con mi tío, además también aprendió a planchar. Ahí estuvo trabajando en estas dos funciones hasta desaparecer la empresa Miguel López Medinilla. Le coge con cerca de 60 años y lo jubilan.
Era un perfeccionista por tanto los trabajos no los soltaba hasta que no lo veía bien acabados. Y tuvo bastantes felicitaciones por parte de los clientes, como planchista, con las pieles de los reptiles, que eran muy difíciles de sacarle brillo sin quemarlos
Una vez jubilado solía salir casi todas las mañanas con mi tío Paco y daban un vuelta por Ubrique visitando algunas veces los nietos de ambos, más tarde comenzó a frecuentar el Hogar del Jubilado, y sus partidas a la “malilla”las cambió del bar de Manuela al hogar.
Era un buen jugador de dómino y algunos juegos de cartas, solía ser amable con las personas, tenía facilidad para entablar conversación y solía ser leal y fiel con los amigos.
En muchas ocasiones cuando los hijos eramos pequeños nos llevaban a visitar a mis tíos que estaban en cortijos de Trebujena y Jerez, y desde allí nos llevaron una vez a Cádiz, Chipiona, donde por primera vez vimos el mar, mi hermano Federico y yo, Juan Manuel aún no había nacido.
Cuando llegamos a la playa de Cádiz lo que más me gustó fue un magnífico olor, mezcla de yodo y salitre y desde entonces es un olor que me agrada mucho. Aquí en Sabinillas lo suelo sentir en días de levante moderado y otra vez en Galicia, creo que en Padrón, lo sentí de una forma tan potente como la primera vez.
Mi padre siempre tuvo mucho cariño por los niños, había un niño que se quedó sin padre, Agustinito y él se lo llevaba con las cabras y así le quitaba una boca que alimentar a su viuda madre. Esa amistad duró casi hasta el final de sus días, el niño creció, se mudaron a Jerez, se colocó en la Seguridad Social,...cuando venía por Ubrique a visitar parientes solía buscarlo.
Otra cosa que me admiraba, era que lo mismo hacía una “honda”para disparar piedras, que arreglaba un enchufe, que hacía calostros. Era una cualidad que siempre me sirvió para hacerlo yo también. Lo que se dice un manitas.
Durante un tiempo hizo varios viajes con el Incerso, haciendo amistades con otro grupo de personas muy parecidas a sus circunstancias, por aquello de la facilidad de entablar relaciones nuevas.
Aunque estaba orgulloso de que yo fuera concejal no quería que lo fuera, al igual que yo llevaba muy mal las críticas injustas o falsas, con lo cual influenciado por Antonio Candil, presidente del Hogar del Jubilado y creador del PSOE y UGT en Ubrique, votó a otra lista distinta a la que yo iba.
De pronto comenzó adelgazar y ver médicos hasta siete distintos, todos diagnosticaron infección de orina, se fue a ver un especialista de digestivo y le sugirió que fuera al hospital a hacerle unas pruebas y allí le descubrieron un cáncer de colon.
Lo operaron y se encontraron metástasis por todos lados, así que no hubo solución, estuvo tres meses con el corte sin cerrar y sin quejarse ni una vez.
Y cuando estaba muy deteriorado quería venir a su casa y a demás quería comerse un guiso de bacalao con arroz, se lo comenté al médico y nos lo trajimos una noche, para durar escasos tres días.
Fue una muerte ejemplar.