En homenaje a mi amigo
Manolo García Vallejo.
En
anterior trabajo hice un comentario de uno de mis sueños, que suelo
tener de cuando en cuando.
Manolo es el que está debajo del cura con gafas |
Anteayer
me desperté de madrugada soñando con un amigo de la infancia y
adolescencia, mi amigo Manolo García.
El
sueño consistía que me lo encontré en una especie de congreso de
no se que, pero era relacionado con nuevos descubrimientos técnicos.
Andando
entre la gente me lo encontré más bajito y con aspecto algo más
joven de cuando nos vimos por última vez. Me quedé como el que se
tragó el cazo.
Me
fui hacia él dándole un abrazo, diciéndole: Manolo si me había
enterado que habías muerto.
Sí,
pero esto es un producto nuevo que te permite venir por un tiempo,
pero con el inconveniente que te quedas más pequeño. De todas
formas como no necesitas andar vas como flotando en el aire a cierta
altura del suelo. Yo con la alegría de poderlo ver, porque cuando me
enteré de su muerte era meses después del hecho, me quedé contento
de poder haber hablado con él.
Y
después de esto me desperté con un sabor agridulce y ya no pude
dormir -pese que anoche me costé a las 2 instalando el Windows 10- ahí, en ese tiempo de reflexión, se me ocurrió este homenaje a su
amistad.
Nacimos
a principio de enero del 1950, con pocos días de diferencia, en la
calle Torre, junto a un buen número de niños, a escasos cien metros
de distancia, el vivía en el Caracolillo y por tanto fuimos de los
que jugamos muchas veces al marro, priola, al corta hilo, al salto de
altura o longitud, al salto la paloma, a correr, a los caballos con un palo de escoba
entre las piernas.
Al fútbol pocas veces porque la calle Torre estaba empedrada y era difícil manejar una pelota de goma, y más difícil aun poseerla. Eran tiempos de escasez y miseria.
Al fútbol pocas veces porque la calle Torre estaba empedrada y era difícil manejar una pelota de goma, y más difícil aun poseerla. Eran tiempos de escasez y miseria.
Jamás llegamos a pelearnos, solía tener buen carácter al igual que yo. Tampoco nos gustaban las peleas, muy frecuentes entonces. Pero me fastidiaba que era de los que se reían cuando alguien se caía, o daba un golpe y a él le entraba la risa floja.
Si
alguien del grupete encontraba algo era él. ¡Que suerte tiene
Manolo! No era suerte, simplemente que solía mirar al suelo que
pisaba. Y no como yo, siempre mirando las nubes, pues...
Un
día que estábamos por allí-siendo pequeños de 4 o 5 años- nos
llegamos a su casa y comenzó a llorar porque estaba cerrada y yo
para consolarlo de dije: no llores Manolito que tu madre te va a
traer de la plaza un “platanano”.
Mi
prima María Salas Becerra que vivían en la casa del lado me escuchó
y me lo estuvo recordando años. Le hizo gracia lo del platanano.
A
mí me encantaba ir a su casa y ver a su madre haciendo aquellos
bolsos de rombos y forro de paquetes, para arrimar algún dinerillo a
casa.
Sobre
todo disfrutaba cuando sacaba los dibujos de su hermano Pepe, que era
seminarista, como tantos hijos de trabajadores que querían estudiar.
Eran
estudios de manos, brazos, cabezas, torzos y trataba de hacerlos, eran
demasiado difícil para niños de 4-5 años
Ambos
coleccionábamos tebeos y nos los prestábamos, cosa muy habitual
entre amigos o conocidos. Nos sentábamos en las escaleras de su
casa, a leerlos. Antonio Cosas que se bebía los tebeos, Cristóbal
Benitez Trujillano que tenía una buena colección, los míos de
Francisco Canto que me los prestaba y yo a los otros amigos también.
Estuvimos
en primaria juntos, yo me vine a los once y medio, era el primero de
tres.
Él
se quedó estudiando bachiller, era el menor de cuatro, a distancia
de su hermana Ana, José y Leonor creo que la mayor.
Pese
a estar en mundos ya distintos seguimos saliendo los fines de semana
Bailes con el tocadiscos de Francisco Llucia, en el patio debajo de
aquellos árboles. Nos encantaba la música, aunque no estaba a
nuestro alcance un reproductor que no fuera la radio familiar.
En
el Club juvenil, ahí se integró en el fútbol y yo en lo cultural y
como dirigente. Él ya había comenzado a trabajar como
administrativo y yo era oficial de marroquinería. Salíamos juntos
hasta los 18-19 años.
Ya
teníamos algunas aventurillas amorosas y solíamos llamarnos por el
masculino de la novieta, por ejemplo Isabel- Isabelo, Pilar-Pilaro,
Luisa- Luiso, María- Marío. Etc...
A los 17 años a través del club nos propusieron que asistiésemos a unas reuniones formativas de la JOC, allí nos encontramos un buen grupo de nuestra reunión habitual, después cada cual se fue decantando hacia los campos de más interés y él y yo caímos en lugares distintos, con lo cual seguíamos teniendo amistad, ya ambos con novia formal.
Cuando nos veíamos nos hablábamos de nuestras cosas, pero seguíamos caminos distintos.
Nuestros
noviazgos no duraron mucho, éramos de los que nos queríamos ir
pronto de la casa paterna. Ambos nos casamos jóvenes.
Mi
boda no la celebramos por tanto no lo pude invitar y fueron años que yo
siempre iba al galope, al trabajo, al la AA.deVV., a la parroquia, al
sindicato, daba clases de pintura en sábado, luego la política.
Tenía normalmente una reunión diaria, más los compromisos que
contraíamos. En fin ni para cortarse las uñas. Todo esto con 13
horas de trabajo diarias. Había noches que dormía 5 ó 6 horas. Siempre como una moto acelerada.
Un buen día, echándolo en falta, le pregunto a un amigo común -Joaquín Menacho- por él y me entero que se había ido a Torremolinos a vivir dejando su trabajo habitual. Me extrañó, me admiró y quedé sorprendido, pensando que si sería yo capaz de hacer lo mismo.
Años
más tarde tomamos una decisión muy parecida, y nos vinimos a
Manilva. Pensé en él en esos momentos.
Por aquello de ya lo busco un día en Facebook, dejé pasar días hasta que en el blog “Ubrique en el recuerdo” veo algo que me dejó cortado, era el comentario de una foto, creo que de Javier Janeiro que preguntaba por las personas que estaban allí que no conocía, alguien comento que Manolo ya no estaba con nosotros.
Aún
no salgo de mi asombro, Manolo nunca lo vi fumar, tampoco era
bebedor, factores que se llevan muchas vidas. ¿Qué ha pasado?
Busqué
su nombre en la red y lo encontré, pero solo el primer apellido, le
pedí amistad y no me contestaba. Entonces llamé nuestro amigo
común, Javier Janeiro y le pregunté si sabía algo de él, ya me
contó lo sucedido.
En 65 años he perdido buenos amigos y amigas del alma, Mari Carmen Sáchez, Alicia Moreno, Isabel Morales, Toñi Benitez, Antonio Cosas, mis cuñados Pepe Orellana y Rafael. todas personas que han sido una parte de mi vida.
En 65 años he perdido buenos amigos y amigas del alma, Mari Carmen Sáchez, Alicia Moreno, Isabel Morales, Toñi Benitez, Antonio Cosas, mis cuñados Pepe Orellana y Rafael. todas personas que han sido una parte de mi vida.
Pero la
muerte de Manolo creo que ha supuesto para mi un choque tan brutal
como cuando se murió Cristóbal Benítez Trujillano, otro niño de
los que nos criamos juntos, con unos 8 años, también muy noble, como
siempre han sido mis amigos…no se definirlo bien, pero me ha
sentado muy mal perderle, aunque llevásemos tiempo sin vernos,
formaba parte de esos amigos que sin tratarnos un tiempo cuando nos
veíamos era como seguir la conversación de ayer.
Como
si hubiera un nexo por encima de las circunstancias que nos tuviese
unidos de alguna manera no visible pero sabiendo que existe.