En recuerdo de
Francisco Cristóbal Arenas Gómez.
Cuando tenía 11 años me fui a
trabajar a la fabrica de los Hermanos Ramos Jaén. Era un niño muy
apasionado con este deporte, aunque en mi casa no me dejaban
practicarlo.
A veces me enviaban a la calle
San José lindando con el antiguo campo de fútbol y si estaba
abierto entraba por si estaba el Ubrique entrenando.
Allí conocí a Francisco
Cristóbal que jugó poco con ellos pero entrenaba con ellos a las
ordenes de Cazorla.
Sobre 1970 hubo un incendio en
la casa de los Cuellar y salió en el diario de Cádiz la noticia,
donde recogía el papel destacado de aquel joven perito recién
salido de la universidad.
Una vez que el campo de fútbol
de San Sebastián, se convirtió en en la barriada Santa Rosalia. En
torno a él y un grupo de amigos se fue formando la idea- como casi
siempre en Ubrique- de poner un dinero y ir juntando para hacer un
campo nuevo. Esto les llevó a hacer una rifa cada mes de un Seat
600, cuando valían 60.000 ptas. A cada rifa le sacaban 40.000 de
beneficio y casi siempre los agraciados dejaban algo de propina.
Pudieron comprar el terreno en
la Cañada de los gamonales. Poco a poco, con más aficionados que
albañiles, fueron construyendo hasta conseguir el campo de fútbol.
Al principio tenían que
quedarse los coches arriba en la carretera, no había dinero para
hacer la bajada de unos 400 metros de largo y como 20 de ancho.
En una de las venidas del
presidente de la Diputación Antonio Barbadillo, le pidió ayuda y
este hombre enseguida puso el dinero para hacer la bajada. Era el
único equipo provincial con campo propio
Por esto se llama así el campo.
También porque a la hora de ponerle un nombre la directiva quería
que fuera Francisco Cristóbal y este haciendo honor a su humildad,
no quiso porque argumentaba que había sido el único personaje
público que había ayudado y que era mejor reconocérselo.
Cuando ya con cuatro hijas y un
hijo dedicó a ellos su tiempo libre, dejó la presidencia del
Ubrique, también trataron de agradecérselo con un reconocimiento y
una placa, también lo rechazó.
Durante años era el perito
único de una amplia zona alrededor de Ubrique con lo cual tuvo que
estar desplazándose a pueblos limítrofes de Cádiz y Málaga,
incluso alguno de Sevilla.
En unas entrevistas que hice a
personas muy significativas en la historia de Ubrique. Le comentaba
que un amigo de Grazalema me había dicho que desde que entraron los
arquitectos en Grazalema se cargaron la construcción, permitiendo
cosas que antes el maestro de obra no dejaba pasar. A lo que me
contestó: Dios salve a los pueblos de las Cajas de Ahorro. Era lo
que se decía en aquella época.
Lo conocí más a fondo cuando
estuve de concejal y sobre todo de teniente alcalde, como miembro de
la Comisión Permanente, el equivalente de hoy Comisión de Gobierno,
que es donde se ven las cuestiones más al detalle, en lo referente a
obras.
Era una persona que nunca
discutía la decisión política, aunque no estuviera de acuerdo al
100%.
Era un buen jefe de personal,
dándole a cada uno su espacio, junto con el encargado de obras
Alfonso Delgado, fontaneros Paco Janeiro, José Orellana- y había
otro hombre con ellos, que siento no recordar- formaban un equipo que
cuando llovía fuerte sin llamarse -no había móviles y apenas
teléfonos fijos- a la hora que fuera, estaban en el puente de la
Plaza de Toros vieja, para desatascar las ramas y troncos que hacían
presa y salía el agua por los waters de la Avenida España.
Tuvo un papel destacado en la
configuración de las barriadas que van por encima del Prado y en
parte de la Barriada Andalucía, llegando a cambiar algunas calles
por el gran desnivel en los trazados.
En la entrevista antes citada
nos contaba cómo había tenido personas extraordinarias, en obras
trabajando, para el ayuntamiento, destacando de ellas a una señora
peón de albañil.
También algunas anécdotas de
zonas como el Carril y el Caldereto donde él dirigía las obras de
saneamiento y los vecinos ponían la mano de obra y el ayuntamiento
los materiales.
Hemos perdido a un buen hombre,
un buen marido, un buen padre y un buen abuelo, amigo de sus amigos
que solían verse a diario, mientras los peques estaban en el cole.
En los veranos de Sabinillas,
nos solíamos ver casi a diario, a veces caminando juntos y otras en
sentido contrario, tanto de día como de noche, y manteníamos el
ratillo de charlas.
Es una muerte que sentimos tanto
mi esposa como yo y que ha sido para muchos una desagradable sorpresa.
Sabinillas a 5 de Febrero
del 2016