domingo, 7 de febrero de 2016

En recuerdo de Francisco Arenas Gómez

En recuerdo de Francisco Cristóbal Arenas Gómez.
Cuando tenía 11 años me fui a trabajar a la fabrica de los Hermanos Ramos Jaén. Era un niño muy apasionado con este deporte, aunque en mi casa no me dejaban practicarlo.
A veces me enviaban a la calle San José lindando con el antiguo campo de fútbol y si estaba abierto entraba por si estaba el Ubrique entrenando.
Allí conocí a Francisco Cristóbal que jugó poco con ellos pero entrenaba con ellos a las ordenes de Cazorla.
Sobre 1970 hubo un incendio en la casa de los Cuellar y salió en el diario de Cádiz la noticia, donde recogía el papel destacado de aquel joven perito recién
salido de la universidad.

Una vez que el campo de fútbol de San Sebastián, se convirtió en en la barriada Santa Rosalia. En torno a él y un grupo de amigos se fue formando la idea- como casi siempre en Ubrique- de poner un dinero y ir juntando para hacer un campo nuevo. Esto les llevó a hacer una rifa cada mes de un Seat 600, cuando valían 60.000 ptas. A cada rifa le sacaban 40.000 de beneficio y casi siempre los agraciados dejaban algo de propina.
Pudieron comprar el terreno en la Cañada de los gamonales. Poco a poco, con más aficionados que albañiles, fueron construyendo hasta conseguir el campo de fútbol.
Al principio tenían que quedarse los coches arriba en la carretera, no había dinero para hacer la bajada de unos 400 metros de largo y como 20 de ancho.
En una de las venidas del presidente de la Diputación Antonio Barbadillo, le pidió ayuda y este hombre enseguida puso el dinero para hacer la bajada. Era el único equipo provincial con campo propio

Por esto se llama así el campo. También porque a la hora de ponerle un nombre la directiva quería que fuera Francisco Cristóbal y este haciendo honor a su humildad, no quiso porque argumentaba que había sido el único personaje público que había ayudado y que era mejor reconocérselo.

Cuando ya con cuatro hijas y un hijo dedicó a ellos su tiempo libre, dejó la presidencia del Ubrique, también trataron de agradecérselo con un reconocimiento y una placa, también lo rechazó.
Durante años era el perito único de una amplia zona alrededor de Ubrique con lo cual tuvo que estar desplazándose a pueblos limítrofes de Cádiz y Málaga, incluso alguno de Sevilla.
En unas entrevistas que hice a personas muy significativas en la historia de Ubrique. Le comentaba que un amigo de Grazalema me había dicho que desde que entraron los arquitectos en Grazalema se cargaron la construcción, permitiendo cosas que antes el maestro de obra no dejaba pasar. A lo que me contestó: Dios salve a los pueblos de las Cajas de Ahorro. Era lo que se decía en aquella época.
Lo conocí más a fondo cuando estuve de concejal y sobre todo de teniente alcalde, como miembro de la Comisión Permanente, el equivalente de hoy Comisión de Gobierno, que es donde se ven las cuestiones más al detalle, en lo referente a obras.
Era una persona que nunca discutía la decisión política, aunque no estuviera de acuerdo al 100%.
Era un buen jefe de personal, dándole a cada uno su espacio, junto con el encargado de obras Alfonso Delgado, fontaneros Paco Janeiro, José Orellana- y había otro hombre con ellos, que siento no recordar- formaban un equipo que cuando llovía fuerte sin llamarse -no había móviles y apenas teléfonos fijos- a la hora que fuera, estaban en el puente de la Plaza de Toros vieja, para desatascar las ramas y troncos que hacían presa y salía el agua por los waters de la Avenida España.
Tuvo un papel destacado en la configuración de las barriadas que van por encima del Prado y en parte de la Barriada Andalucía, llegando a cambiar algunas calles por el gran desnivel en los trazados.


En la entrevista antes citada nos contaba cómo había tenido personas extraordinarias, en obras trabajando, para el ayuntamiento, destacando de ellas a una señora peón de albañil.
También algunas anécdotas de zonas como el Carril y el Caldereto donde él dirigía las obras de saneamiento y los vecinos ponían la mano de obra y el ayuntamiento los materiales.


Hemos perdido a un buen hombre, un buen marido, un buen padre y un buen abuelo, amigo de sus amigos que solían verse a diario, mientras los peques estaban en el cole.
En los veranos de Sabinillas, nos solíamos ver casi a diario, a veces caminando juntos y otras en sentido contrario, tanto de día como de noche, y manteníamos el ratillo de charlas.
Es una muerte que sentimos tanto mi esposa como yo y que ha sido para muchos una desagradable sorpresa.


Sabinillas a 5 de Febrero del 2016

Vayan esta flores, tan propias de las calles ubriqueñas