viernes, 7 de enero de 2011

Mi tío Federico

Un día de romería
He dicho en otras ocasiones que siempre mantuve mejores relaciones con las parejas de mis tio/as, normalmente que con ellos. Creo que  se debía en que en general eran personas de buen caracter, con las que suelo sintonizar muy bien, que con caracteres mas atípicos que solía ser la familia de mi madre. Seguramente se debía al hecho de quedar huerfanos de un alcoholico y que el hermano mayor que asumió ser el cabeza de familia, tambien cayera en las garras nebulosas del alcoholismo.
Mi tío Federico tambien bebía su copitas, pero generalmente controlaba esa tendencia familiar, mejor que mi tío Francisco y abuelo. Nunca lo vi por la calle ebrio, dando bandazos, como sí vi bastantes veces a mi otro tío.
Ahora recientemente he escuchado que es una tendencia de la naturaleza de cada persona, que inconscientemente les atrae más el alcohol, por constitución genética y otros todo lo contrario.
Cuando se hacía una obra, tenian la costumbre que sobre las doce, les daban los propietarios de la casa un poco de vino, tal vez por esta razón y porque acabando de salir del trabajo raro era el que no se iba al bar y así se habituaban al alcohol. Y como droga les creaba una dependencia que en no pocos casos terminaban en tragedia personal y familiar.
Mi tío Federico era un buen oficial de albañilería, fino y muy aseado, de esos que ni siquiera se ensuciaban la ropa, apenas veías mezcla caida por el suelo, no tenía la preparación técnica ni se arriesgaba a montar empresa como su hermano Francisco. Pero donde hacía un trabajo aquello quedaba bien hecho.
Nosotros viviámos en una parte del primer piso de la casa familiar y el suelo era gran parte de yeso, con lo cual había que estar con cuidado de no arrastrar nada que pudiera herir la superficie, cosa dificil ya que eramos tres hermanos y nuestros padres. Y de cuando en cuando se pintaba el suelo con una especie de tintura roja, con un olor avinagrado, que invitaba a darse el "piro"cuando estaba recien pintado.
Una parte del salon-comedor-cocina-despensa de unos 6 metros cuadrados tenía un desnivel en una esquina que nos incomodaba bastante la vida. Cuando ya empezamos a trabajar los dos hermanos mayores nos pudimos permitir poner un water y una solería donde el yeso y ¿Como salvar el desnivel? Dijo mi tío Federico; con picón ¿Con picón?. Pues sí, reyenó el desnivel y le puso las lozas. Despues de unos 45 años aun están allí y no se mueve ninguna.
Le tocó vivir una época donde las obras en Ubrique brillaban por su ausencia, porque aparte de chapucillas y arreglos bajo techado, eran años que cuando llovía se tiraban meses y meses con lluvias permanentes, con lo cual las pocas casas que se hacían, habia que esperar el verano. Eran malos tiempos para los albañiles.
El se defendía mejor que otros por ser un albañil de prestigio, su vida profesional la terminó haciendo el muro de ladrillo visto, blancuzco, en el edificio de Correos.
De izquierda a derecha, Pedro Benitez Vegazo, Su hermano y tío mio José Benítez, mi tío Sixto Carrasco Pérez y mi tio Federico Salas Flores, desde Las Cumbres


Una vez jubilado solía salir con amigos que generalmente tenían una buena posición económica, entre ellos dos cuñados Juan Rosa el carpintero, y Manolo Montero, el del estanco de la Trinidad. Pero siempre iba tan bien vestido que parecía uno de ellos, pese a las diferencias económicas.
Lo recuerdo con el "uniforme" de albañil, a saber; una chaqueta color arena, de una tela fina, porque tambien la utilizaban en verano, y sólo estaba abrochada por el cuello, por ser el único botón que tenía el modelito.
Siempre limpia como si viniera de paseo en vez del trabajo,  lo normal era llevar unas alpargatas, que era una zapatilla de lona con una suela de goma, planas y con unas cuerdas por encima para amarrarlas.

Una vez después del trabajo se pasó por la barbería de Paco Cabello. Era un local de unos cuatro metros cuadrados y como había varios esperando le dice; por qué no va a su casa a lavarse en vez de esperar y luego viene. Se lo tomó por que le estaba diciendo que estaba sucio,se fue protestando y ya no volvió más a pelarse.
Tenía un gran sentido familiar y de vez en cuando visitaba a sus hermanas. Cuando estaba malo agradecía mucho que se fuera a visitar y lo mismo se enfadaba con los que no aparecían.
A veces me dejaba asombrado como el día que se casó mi primo Federico, después de la boda estuvimos en la casa del suegro del flamante novio. El suegro, Romo de apellido, era un gran aficionado al cante flamenco,como gran parte de los mayores del entonces (1967-1969) y este era de Jerez.
El hombre empezó a cantar a a palo seco y nadie se arrancaba, nos animaba, pero nada. Yo estaba aprendiendo a redoblar las palmas y comencé y el hombre me decía que lo hacía muy bien.
De pronto se arranca mi tío con una copla de murga ubriqueña, muy destemplado, pero Romo lo animaba también diciendo: tó el cante vale pa una fiesta.
Le encantaba viajar y sus hijas María y Ana, casadas tenían cada familia un coche, pero por las razones que fueran, mi tío solía decir cuando caía el tema de los viajes; parece que los coches de mis yernos no saben andar de las Cumbres páyá.
Por desgracia sus yernos no vivieron muchos años, los dos murieron jóvenes y el fue víctima de un cancer de
hígado.
Mi tía María Montero era una mujer muy delgada, pelirroja, con pinta de giri inglesa, y siempre solía tener muy buena disposición para el trabajo domestico, que además, durante los años que mis primas eran más pequeñas, alternaba con las costura de monederos, y otras piezas cosidas entonces a mano. aportando una ayuda a la economía familiar.
Desde pequeño jugaba a veces con mis primas María y Ana por que yo vivía en la Calle Torre y ellas en la calle Ronda, estábamos a unos cien metros. Ventajas de vivir en un pueblo pequeño y sin vehículo.

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