viernes, 9 de agosto de 2013

La ropa de nuestra niñez.


Los que nacimos sobre la mitad del siglo pasado no tuvimos una niñez tan pésima como los nacidos diez o quince años antes, les estalló una guerra incivil en plena lactancia, y a los otros nos tocó vivir la posguerra, un poco distanciados.

Esto unido a que por aquel entonces no había ropa propiamente para niños/as. Pasábamos del batón – especie de bata muy larga con encajes de adornos – a los pantalones cortos, tanto en invierno como en verano, normalmente de tela de rayas longitudinales, unas negras, grises y blancas, que después se conocía, tela gitana, porque solían estos venderlas por las casas. Hoy día es la que normalmente se hacen los pantalones para el traje campero, también conocido por Traje Corto, muy usado por caballistas a la andaluza y por toreros en festivales y tientas.

También había quienes tenían un baby en verano con los calzoncillos de muselina, tela de color blanco, un poco áspera, incluso quines llevaba bragas de niñas que ya existían, cosa muy mal vista y sospechosa de desviación sexual, téngase en cuenta que con la dictadura venía la cultura militar y todo lo que no oliese a macho era vituperado por la sociedad o tenía escaso valor, el caso de las mujeres. más tarde llegaron los slip

En mi caso solía vestir ropas de mis primos mayores, por parte materna era de los más pequeños que vivían en Ubrique, luego pasaba a mi hermano Federico, el mas pequeño como nació muy distanciado, ya había cambiado el panorama un poco.
Por parte de mi padres era el mayor de los nietos, esto ligado a que mi madre sabía coser y mi tía Ana López era costurera de profesión, de vez en cuando me hacían ropas que otros muchos no se podían permitir.

Por ejemplo, a raíz de cortar su relación con el novio que se iba a casar, mi tía María me dio el paño para las enaguas de la mesa camilla, grueso, azul marino y entre las dos costureras de la casa me hicieron un abrigo, que me parecía más a un municipal pequeñito, que a un niño. Pero había amigos que me envidiaban por ello.

Ya con el Plan de Estabilización y los Planes de Desarrollo de los ministros del Opus, España se fue desarrollando económicamente, en nuestro pueblo todo lo que fabricaba se vendía, como me dijo una vez José Sánchez Bazán, y se comenzó la industria de la confección cambiando la vestimenta de forma muy extraordinaria, la España del negro, del medio luto, aquellas señoras que con unos cincuenta años se vestían de colores, grises y negros con el pañolillo en la cabeza, cubriéndose cual musulmanas, pasaron al baúl de los recuerdos, afortunadamente, mucho cuando comenzaron a venir las turistas con aquellos vestidos desenfadados, multicolores y atrevidos diseños, esto creo que fue determinante incluso para un régimen político que hacía aguas por muchos flancos.

Una anécdota demostrativa que protagonicé yo. Sobre 1960, tenía unos 10 años y estaba ayudando a meter arena desde la casa de mi abuela al corral, iban a transformar la cuadra en un cuarto de baño, no se como salió el tema de los bañadores, que casi nadie tenía, solíamos bañarnos desnudos. Estaba también José Arenas Corrales, por entonces novio de mi tía Ana, me dijo: ¿tú quieres un bañador?,  lógicamente le contesté que sí. Me dio una dirección, donde tenía que ir a pedir uno que había prestado el año anterior a un amigote (de lo más presumido del pueblo) y no lo devolvió.

Yo con mi timidez me llegué, era la casa de una hermana y me dijo que no sabía nada del bañador, que fuera cuando estuviera él, volvía a ir y ya me lo pude traer. ¡Era de lana corinta!, con lo cual cuando me lo ponía producía un calor insoportable, pero cuando me metí en el agua y aquello se esponjó, pesaba tanto que al salir me quede con el bañador por debajo de las rodillas, trabándose las piernas y dejándome inmovilizado con mis vergüenzas expuestas al personal, que reía de la situación y yo más avergonzado.

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